miércoles, 9 de julio de 2008

Pero yo creo en Rao


Ayer salí de la oficina a las 10 de la mañana.
Era indispensable que consiguiera coca cola.
Antes de poder abandonar la zona de edificios un hombre con aspecto de vagabundo neoyorquino se me acercó con perturbadora decisión y me detuvo en seco; me vió directo a los ojos y sin parpadear espetó: "¿A dónde vas?".
Hay que respetar a un hombre que muestra tanta seguridad y autoridad sin derecho alguno, por lo tanto le respondí la verdad.
Él se mostraba escéptico; "Espero que sea verdad" dijo, "Pero deberías estar en la escuela".
Y con eso dio inicio a uno de los sermones más encantadores e irritantes que he escuchado: me habló de su juventud (desperdiciada, como seguro desperdiciaba yo la mía, en sustancias ilegales y bebidas espirituosas), de su malograda familia y de su eventual redención. Ahora, me explicó, era un empresario de éxito: un vendedor de prendas importadas de alta calidad en tepito.
A modo de evidencia, me enseñó dos camisas con etiquetas de Armani y Lacoste respectivamente.
Luego me dijo qué tenía que hacer para ser como él cuando creciera: ir a la escuela y dejar que Jehová guiara mi vida.

Entonces habló de Jehová por un rato.
Cuando terminó me abrazó y se fue; nunca lo olvidaré.
Pero al próximo que intente evangelizarme le escupo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

vivan los sermones! jajaja
hasta me preguntaron k me pasaba en la oficina x tu culpa! jajaja
no ntiendo como pudiste hablar con un xtraño! nunca te dijeron k t puede drogar y llevar? no aceptes dulces!

Bee dijo...

Ah, el encanto innato de los "aleluyas", toda una especie en sí!

Ahora, en cuanto a escupirle a los evangelizadores, creo que es una acción interesante, muy a la antigua ^^

Anónimo dijo...

En serio te quedaste escuchando todo lo ke dijo? ...