miércoles, 17 de septiembre de 2008

Algo obscenito.


(Lo que sigue puede ser considerado por muchos como algo "procaz". No duden; si la primera frase no les convence no sigan leyendo)

Es hermoso tener un pene.
Con un pene nunca estás realmente solo.
Ayer fue uno de esos días. Te despiertas a las seis de la mañana y te duermes a las 2 de la mañana. Todo el tiempo bebes café a galones. El café te estimula y te lleva al baño al menos una vez cada hora. De seis a dos hay muchas horas. Tuve mucho tiempo para meditar.

Nadie que tenga pene puede negar que el acto de orinar es, ante todo, un acto lúdico. El hecho de ser capaz de apuntar es sólo el principio. ¿Quién es capaz de negar que juega con su pene cuando orina? ¿Acaso no hemos intentado todos modular los orines para que -al hacer contacto con el agua del retrete- produzcan poco ruido? ¿Quién no ha trazado figuras o escrito su nombre en pipí? Y lo que es más, ante el reto del mingitorio... ¿Podemos negarnos a intentar acertar a los diminutos agujeros sin salpicar?. Y eso no es todo, a veces intentamos justamente lo contrario (ser muy ruidosos, salpicar, borrar alguna mancha con la fuerza purificadora de la micción, etc). Sólo nuestra imaginación nos limita, pero, la verdad sea dicha, pasamos tanto tiempo de nuestras vidas ante retretes y mingitorios que siempre contamos con estímulos para dicha imaginación.

Habrá, sin embargo, quien niegue haber jugado de ésta forma. O, lo que es más común, quien niegue hacerlo después de los siete años. Sinceramente, espero que mientan. Esa negación a un placer tan sencillo y tan gratuito no es simple masoquismo. Es estupidez.
Cuando cuentas con una herramienta proporcionadora de diversión entre las piernas y no la usas, estás desafiando el orden natural de las cosas. ¿Por qué negar que orinar es placentero? Y, si hemos de aceptar que lo es, ¿por qué limitar las posibilidades de ése placer?.

Hay días -los mejores- en que nuestro pene nos da sorpresas. A veces introduce elementos nuevos al acto que ya creemos dominar. En otras palabras; no sólo permite que juguemos con él, también él, de vez en cuando, juega con nosotros.
Un día puedes postrarte, seguro de ti mismo, ante tu retrete de confianza. Aflojas el cinturón, bajas la bragueta, deslizas el calzoncillo, tomas con firmeza al bueno de tu pene, apuntas (imaginemos que con fastidio) y disparas. Pero algo ha salido mal. El pánico te domina: ante tus ojos, la orina sale en dos direcciones. ¡Una bifurcación imprevista!. No tienes tiempo que perder, ni siquiera tienes tiempo de pensar, la adrenalina corre por tu cuerpo y en ese vertiginoso momento brincas a una posición desde la cual puedas maniobrar el doble chorro que tu pene ha decidido expulsar esa mañana. Pero la diversión no termina ahí, oh no. Cuando crees que has sorteado el obstáculo y empiezas a planear la mejor forma de corregir los daños, la orina cambia nuevamente su curso.
...
Al final, no puedes hacer otra cosa salvo admirar el resultado: ahí estás, con un pie en la tapa del excusado, el otro lo más atrás posible, con el pene en un ángulo cenital respecto al retrete, y el sanitario entero salpicado. Tus pantalones salpicados. Quizás hasta tu rostro haya quedado salpicado. El único que se muestra triunfalmente seco es tu pene. E incluso entonces podría recurrir a esos felices espasmos de despedida, cuando -terminado el chorro principal- hace el encore y arroja la orina que le quedaba.
Mientras limpias, avergonzado, la escena del crimen, no puedes evitar sentir un cierto grado de subversivo orgullo.
Un resultado similar ocurre cuando intentas orinar con un pene en posición de firmes.

El punto es que no puedes bajar la guardia. Cada vez que la micción te llama, acudes a su llamado dispuesto a entregarle toda tu atención (más te vale). En ése momento, sólo existen dos personas en el mundo: tu pene y tú. Todo lo demás es superfluo. En ése instante no importa si tu vida es miserable, si tus días están contados, si estás deprimido... lo único que importa es orinar bien. El mundo desaparece y -cosa inevitable- te entregas a jugar con esa parte autónoma de tu cuerpo llamada pene.
Orinar es terapéutico.

Mucha de la felicidad y del dolor de los hombres empieza y termina en sus penes. Todos han temido por su tamaño, por su vellosidad, por su potencia. Todos los aspectos y detalles se miden y se comparan. Cada elemento del pene se convierte en el símbolo de algún atributo deseable o desdeñable para el hombre. Es común escuchar frases como "bolas de acero", "mis huevos", "no me cabía el condón", etc. Fanfarronadas, no hay duda. Pero algo podemos aprender de ellas. Todo lo que el hombre hace, eventualmente pasa por su pene.
Sobre todo por su tamaño.
Bombas agranda-penes, leyendas que atan su tamaño al número de calzado, libros que nos dicen que el pene de Sinatra medía 30 cm -igual que el de Rasputín- y que el de Napoleón apenas alcanzaba los 6 centímetros (erecto, por supuesto). ¿Puede un hombre vivir una vida plena y feliz si cree que su pene es pequeño?
Tengo miedo de responder a esa pregunta.
Lo único seguro es que no puedes poseer un miembro viril sin someterte a su falocracia. Y, dado que eres esclavo de tu pene, más te vale aprender a disfrutarlo y hacer las paces con él.

Insisto, es hermoso tener un pene. Pero si no eres astuto, puede ser abominable.
Bueno.
Voy al baño.

martes, 9 de septiembre de 2008

Una advertencia justa.


Una chica te invita a una fiesta.
Analizas la situación, le echas un buen vistazo a la chica (evitando vulgaridades innecesarias y fomentando las obscenidades de rigor), determinas que es guapa. Muy guapa. Aceptas.
Ése es el "setting", pasemos ahora a lo que merece contarse.

Llegué al lugar donde fui citado; ella tardó casi una hora en aparecer. Cuando finalmente la encontré, supe que debíamos esperar también a su prima; primer chasco de la noche. Muchos más habrían de venir (si no, no escribiría esto).
Resultó que la chica que me invitó a la fiesta no estaba propiamente invitada; contaba con localizar a cierta amiga suya -que sí estaba invitada- y colarse al cumpleaños de otra mujer a la que, además, no le cae bien.
La narración me exige omitir lo innecesario así que resumiré un poco las cosas. Digamos solamente que usando cantidades excesivas de voluntad llegamos a la zona de la fiesta. No a la fiesta en sí, simplemente al área en la que se encontraba. Ahí, bajo la lluvia, nos paramos a observar a la gente que paseaba por ahí con la esperanza de encontrar a alguien que nos guiara a nuestro destino. Sorprendentemente, alguien así apareció al poco tiempo y nos llevó al último piso de un edificio (que estaba junto a un hotel de paso). Entramos.
...

El departamento no tenía luz; esa misma tarde la habían cortado. Un grupo de gente que nos veía con comprensible extrañeza estaba sentada en el piso: eran pocos. Buscamos un espacio y optamos por esperar. Justo cuando alguien hizo el intento de conversar con mi amiga (conmigo no: yo era el invitado de la chica que no estaba invitada, yo no merecía siquiera el beneficio de la duda), justo cuando alguien al fin intentaba romper el incómodo ambiente, yo destrocé una chela. Y no una chela cualquiera. Una caguama. Y lo que es más, una de esas de 27% extra... y estaba llena.
Cristales rotos, trapeadores de emergencia, gritos en la penumbra (no había luz) y múltiples miradas de reproche. No hacía falta luz para saber que si no hacía algo pronto el ambiente iba a ponerse intolerable y potencialmente peligroso. Resignado, saqué la mitad de todos mis ahorros (mis ahorros consistían de 400 pesos... hagan el cálculo) y ofrecí poner una ronda.
Era una estratagema riesgosa, podía no funcionar y yo aún así hubiera perdido mi dinero. Pero tenía que hacer el intento, no era sólo mi cabeza la que estaba en juego.
El plan comenzó a dar resultados, los ánimos se relajaron y pronto la gente olvidó -en mayor o menor medida- lo ocurrido. Pero yo seguía abochornado y poco a poco mi capacidad de decir que "no" fue desapareciendo. No pude negarme al mezcal. No pude negarme a bailar. Y es aquí donde hay que hacer hincapié. Yo no sé bailar, yo no puedo bailar. Los únicos bailes que he observado detenidamente son los de las nenas del "Safari's"; y cuando bailo, no puedo evitar imitarlas. En otras palabras, procedí a utilizar a todas las personas de la fiesta como tubos de table-dance.
Y, por qué no, todo al ritmo de Depeche Mode.
Que Dios me perdone.

...

Una chica te invita a una fiesta. Es guapa.
Cuidado; sin duda se trata de una trampa.

P.d. Por si alguien notó la incongruencia de que a pesar de la ausencia de luz en el departamento hubiera música (Depeche Mode, para ser precisos): yo estoy igual de confundido por eso. No me lo explico.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Farmacopea galore.


Una semana duró el suplicio. Una semana consumiendo antibióticos de manera fanática.
Los médicos, x'menes, chamanes y vecinas con conocimientos farmacéuticos no saben lo que le hacen a las mentes susceptibles.
Me explico:
Cuando era niño odiaba, como todos los niños, tomar mis medicinas. Recurría a toda clase de tretas, fraudes, engaños y simples y llanas mentiras con tal de evadirlas, de darles el esquinazo. Esto -inevitablemente- terminó por preocupar a mis parientes más cercanos, los cuales, con tal de proporcionarme un poco de tan necesaria conciencia, optaron por ponerme en manos de expertos que me explicaron las posibles consecuencias de mi negligencia. Las consencuencias, vale la pena aclararlo, eran más o menos las siguientes:
"El bicho en tu estómago (mi infección era estomacal) debe ser aniquilado con esos potentes antibióticos que te hemos dado. Para lograr un exorcismo completo es necesario que ingieras varias dosis a horas precisas; si una sola de las dosis falta, el bicho obtendrá un segunda -y potencialmente fatal- oportunidad. Asimilará la medicina, buscará sus puntos débiles, mutará y se hará más fuerte. No podrá matarlo ya. Y cada vez que hagas eso, el bicho se hará más y más poderoso".
En mi imaginación, las cosas pueden resultar harto truculentas.
Los médicos, y otros de su estirpe, no se dan cuenta. Cuando dicen "bichos", el ser humano normal piensa en cucarachas, hormigas, escarabajos, Elba Esther, y otros monstruos repugnantes.
Viví la última semana atormentado, llevando mis pastillas a todos lados. Tomándolas precisamente cada doce horas -ni un minuto más, ni un minuto menos-, presa del más absoluto de los pánicos. Cada noche la misma pesadilla: hordas de "bichos" desgarrando mis entrañas, surgiendo de mi despedazado estómago y causando muerte y destrucción en el mundo. Y es que hay que entender, con esas pastillas, no sólo me salvé yo; nos salvé a todos.

P.d: Otra verdad, sólo un hombre sin alma puede pronunciar la palabra "esternocleidomastoideo" sin estremecerse.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Chocha monkey


Una vez mas decidi emprender un experimento social y me hise de un party para ir a explorar el mundo de las gordas, decididos una vez mas a adentrarnos en su area y tomar muestras nos encaminamos a un tuburio que se sabe que frecuentan, al encontrar que estas habian emigrado al sur probablemente decidimos no darnos por vencidos, asi que mi grupo de valientes y yo nos replegamos al cuartel no sin antes pasar por un par de bebidas estimulantes por asi decirlo. Despues de beber un par de caguamas decidimos ir a un putero asi que recorrimos el mas exotico muestrario de trasvestis y transexuales de la cd. para encontrar que en su corazon se encontraba este aun mas exotico club de caballeros donde los que hacian fila para entrar tenian todavia su uniforme de futbol por haber estado jugnado antes de tal acontecimiento, con un coco o piedra probablmente. Una vez adentro nos dieron una mesa previos 50 pesos invertidos para que el mesero quitara a un par de especimens inferiores de macho. Comienza la accion, estamos en su territorio y el lugar es una jungla, la primera depredadora se acerca, es obio que esta necesita de un sin numero de cosas, nos hace mas evidente la peor, toma de la barba a el ya famosisimo mostacho y le expresa que ella esta mas peluda, con la cual procede a levantarse (no bajarse, levantarse) la tanga para que la vulva absorba el pequeño hilo que evitaba que nuestros ojos se postrasen en lo que a mi parecer es lo que da el nombre de monkey al lugar, mostacho avergonzado de que efectivamente la mujer tenia mas vellosidad en su area pubica que el la rechaza, descorazonada desaparece en el horizonte. Round 2, nueva victima, estoy en el blanco, a lo lejos veo a esta femina poco agraciada por la mano de dios acechando, se que ha llegado mi momento, comienzo a transpirar mientras veo que se acerca leta pero seguramente hacia mi, no hay nada que pueda hacer, de pronto cunado pensaba que la situacion no podria ser peor y la veo directamente a lo ojos para demostrarle que no me intimida, la reconosco, esos ojos vacios y hambrientos de una sola cosa, sexo del mas animal despiadado y remunerado economicamente. Yo la conosco meses antes habia logrado escapar a una embestida de este animal, la locacion era distinta pero el terror era el mismo, el momento llego, me habla, intenta seducirme, falla, la carne no es mi debilidad frente a mujeres de esta calaña, pero estoy debil, el daño es irreparable... se despidio con un beso en la mejilla, debo retirarme temporalmente al tocador para recuperar fuerzas y ahi es donde noto una de laspeculiaridades mas peculiares de este lugar, el baño es mixto, cuanta exotiques mas puedes pedirle a un lugar como este cuando de por si al estar ahi te sientes en alguna pelicula estadounidense que parodea a algun burdel en tijuana. Uno de mims scouts me informo que tanto masexotico peude ser al mencionarme que cuando fue al baño habia gente metiendose cocaina ahi.


Recivimos una incoparablemente baja cuanta por nuestros consumos, satisfechos nos retiramos, pero la noche aun no ha terminado para dos de nosotros. Al final de esa noch uno de nosotros dos sangraba y era yo, un cabezaso que intente impartirle a mi compañero mostacho salio terriblemente mal saliendo de una reunion social a la que atendimos. Ahora estamos comiendo hamburguesas y todo esta bien.